martes, 17 de abril de 2012

El peor invierno

La Noche tomó mi cadavérica mano y sedujo mis extremidades entre el espesor de los blancos bosques mientras recibí oscuros besos de mi adorado Belcebú, que con ellos logró encender mi lujurioso cuerpo para hacer justicia y por fin matar.
Entre la densa niebla recordé las violaciones que aquellas sombras causaron en mi frívola alma, pero una desbordante felicidad salió a flote porque te vi llorando lágrimas de dolor y sangre... Entonces recordé tus cartas vacías, tu cúmulo de palabras, algún escrito que fue para mí y nuestros lascivos momentos, y mandé al lago de fuego esas absurdas remembranzas porque te amé y mi mente no me permite recordar a quien he amado... El Sonido de los tristes violines aumentó, y yo estaba desnuda, pero vestida de suciedad ecuménica... Y Entonces los ángeles lloraron porque yo, su Dios, fui una farisea, una tricionera que dejó el gobierno del bien por el sufrimiento eterno de todos los repugnantes seres que habitan este menesteroso universo... Y así me convertí en la amante de la muerte, la primera dama del averno como ahora me suelen decir esos nauseabundos entes ...
Con el pasar de los minutos mi piel se fue escamando por el sofocante calor de mi nuevo hogar, y con el tiempo encontré lugar debajo del infierno, un cielo rojo y nublado que no me permitía mirar la transparencia de las nubes o aquel lucero matutino que cumplía mis deseos... Entonces miré la puerta de mi frío cuarto y junto a ella ese roto espejo, donde la luz que solía cubrirme dejó de deslumbrar cada noche... cada oscura noche.