lunes, 7 de enero de 2013

Algora Morgan.

Sin esos definidos y hermosos labios, no hallaría emoción alguna... por que esta enferma tierra está muerta. Quisiera ganarme tu más escondidos afectos, pero temo perder esta batalla tan hostil y sangrienta. No quiero ser poseedora de la incertidumbre, pero este dicotómico estado entre tú y yo no nos deja más que seguir amándonos entre un desgarrador silencio e intocables melodías. Con el ánimo de la locura que los libros provocan en mí, te escribo esta lamentable y sucia carta, sobre un pequeño y raído trozo de papiro. Bajo los efectos de unos cuantos litros de alcohol, consumida por los recuerdos y acompañada de los más sinceros sentimientos hago visible mi más deplorable estado. Querido, desde el más putrefacto lugar del mundo te confieso que siento que la primera y única carta fue el fracaso más glorioso, ¡Estúpido Romanticismo! que convirtió mi corazón de dama, en un negro y enigmático corazón de poeta... No sé si este etílico método sirva de algo... no sé ni tengo idea de nada... Pensar en un final feliz solo me causa arcadas. ¿Entenderías si te pido que caminemos sobre lo alto de la ciudad? ¿Acompañarías a esta miserable "dama"? Pero ¿qué digo? si ya ni siquiera le tengo fé a mis habilidades retóricas... simplemente espero tan deseada noche de luna llena junto a ti... pero no sé si eso pasará, pues esas fugaces, provocadoras, a veces tímidas y profundas miradas ya se han esfumado. Extraño los abrazos tiernos, los encuentros de nuestras manos, y el cruce de nuestras palabras mientras jugaban entre colores para expresar sentimientos, anhelos e ilusiones. Somos amantes, pero tan implícitos y lejanos que a veces no sé qué somos realmente, no sé si ambos huimos del mundo para alcanzar distintas libertades o para ser cada quién sin temor a nada. Aún separados... sé con certeza que nuestros corazones son impacientes y su ritmo está sincronizado, mientras están en la espera de un melódico beso. Te Amo.

Dulce Amargura.

Estas serán las últimas, y por supuesto, las más esquivas de todas. Tú, él, ella, aquellos que se miran a lo lejos en esa pintoresca montaña e incluso yo... Todos hemos nacido libres en medio de esta carnicería cerebral. No puedo obligarme a guardar mis escritos en la cripta de un monasterio secreto, ni tampoco puedo obligarme a enclaustrar mis pensamientos dentro de un efímero y misterioso sueño. No puedo aguantar la carga emocional que en estos instantes colma a mi ser de angustia y miseria. Hoy solo quiero mostrar la inconformidad que me abruma absurdamente... Ya son más de catorce hincadas, pero mi fuerte corazón sigue latiendo, y sé que no late en vano, -aunque afligido y fatigado- sigue latiendo por ti, porque sé que en algún lugar del universo también en cortos lapsos piensas en mi y solo en mi. Aún así, esta zozobra continúa ahogándome en una vastedad de inverosímiles e impotentes palabras... palabras que la misma vida deja en el olvido, sí, el olvido que jamás me llevará consigo a avistar desde lejos aquellas reminiscencias. Desde que me enteré que la negligencia era mi nueva compañera de habitación, no ceso de deambular en la noches, intentando diseñar pericias y pericias para simplemente entender y entenderte, y esta es la hora en que no logro absolutamente nada. Diré que solo me resta platicar un poco, y claro, como tantas veces, cranear un típico y presuntuoso discurso que jamás presentaré a nadie, porque el telón de mi obra por ningún motivo se abrirá. Es esta noche en la que yo declaro que jamás volveré a anunciar mis trágicas muertes, porque mi letra hoy y siempre se transformará en misterioso humo. Me presentaré de la forma más fina y limpia, evitaré sollozar y pensaré sólo en bellísimas montañas para siempre estar serena. Sin embargo no dejaré de suspirar esta larga noche. Esperaré desde aquí a que el sol aparezca, pues no veo la luz desde hace más de un milenio. Esperaré a mi más hermosa y grande estrella. Con los ojos llenos de odio, esta nauseabunda forastera se despide desde los confines de la lejanía. Adiós.