lunes, 7 de enero de 2013

Dulce Amargura.

Estas serán las últimas, y por supuesto, las más esquivas de todas. Tú, él, ella, aquellos que se miran a lo lejos en esa pintoresca montaña e incluso yo... Todos hemos nacido libres en medio de esta carnicería cerebral. No puedo obligarme a guardar mis escritos en la cripta de un monasterio secreto, ni tampoco puedo obligarme a enclaustrar mis pensamientos dentro de un efímero y misterioso sueño. No puedo aguantar la carga emocional que en estos instantes colma a mi ser de angustia y miseria. Hoy solo quiero mostrar la inconformidad que me abruma absurdamente... Ya son más de catorce hincadas, pero mi fuerte corazón sigue latiendo, y sé que no late en vano, -aunque afligido y fatigado- sigue latiendo por ti, porque sé que en algún lugar del universo también en cortos lapsos piensas en mi y solo en mi. Aún así, esta zozobra continúa ahogándome en una vastedad de inverosímiles e impotentes palabras... palabras que la misma vida deja en el olvido, sí, el olvido que jamás me llevará consigo a avistar desde lejos aquellas reminiscencias. Desde que me enteré que la negligencia era mi nueva compañera de habitación, no ceso de deambular en la noches, intentando diseñar pericias y pericias para simplemente entender y entenderte, y esta es la hora en que no logro absolutamente nada. Diré que solo me resta platicar un poco, y claro, como tantas veces, cranear un típico y presuntuoso discurso que jamás presentaré a nadie, porque el telón de mi obra por ningún motivo se abrirá. Es esta noche en la que yo declaro que jamás volveré a anunciar mis trágicas muertes, porque mi letra hoy y siempre se transformará en misterioso humo. Me presentaré de la forma más fina y limpia, evitaré sollozar y pensaré sólo en bellísimas montañas para siempre estar serena. Sin embargo no dejaré de suspirar esta larga noche. Esperaré desde aquí a que el sol aparezca, pues no veo la luz desde hace más de un milenio. Esperaré a mi más hermosa y grande estrella. Con los ojos llenos de odio, esta nauseabunda forastera se despide desde los confines de la lejanía. Adiós.

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